Toca pararse a pensar, analizar datos y extraer conclusiones que ayuden a definir cuál es el modelo de organización que queremos para 2022.
¿Cómo organizar los tiempos y modelos de trabajo después de la pandemia? ¿Es realista pensar que volveremos a trabajar el 100% del tiempo en la oficina? ¿Estamos dispuestos a recuperar la rutina de atascos, horarios laborales interminables, viajes de negocios y desplazamientos innecesarios? ¿Tiraremos por la borda el esfuerzo y la inversión realizada para seguir trabajando durante este último año?
Mantener un sistema híbrido en la organización del trabajo de los empleados supone perder el control que favorece el presentismo. Muchos directivos y líderes de equipo han tenido que aprender, en tan sólo unos meses, técnicas que facilitan la gestión de personas en remoto, el seguimiento de los objetivos y el autocontrol del estrés y otras patologías emocionales derivadas de lo excepcional de la situación.
Los departamentos de recursos humanos han tenido que replantear los beneficios extrasalariales que ofrecían, crear nuevos canales de comunicación interna, diseñar herramientas de formación online que consigan “enganchar” a los usuarios y organizar acciones y políticas dirigidas a mantener la motivación de los empleados y el engagement con la marca. Y todo eso, mientras daban salida a toda la burocracia asociada a los ERTE, ERES y despidos que han dejando el desolador panorama de más de cuatro millones de parados.
Una empresa flexible es aquella que, sin perder de vista la rentabilidad, promueve entornos de trabajo adaptativos y resilientes basados en la colaboración, la flexibilidad horaria y espacial, la confianza, y el respeto a la conciliación de la vida personal, familiar y personal. Con un sistema de gestión por objetivos y a través de la tecnología empresas grandes, medianas y pequeñas de muchos sectores de actividad, pueden avanzar aprovechando lo aprendido durante la pandemia y generar espacios de trabajo eficaces, que generen colaboración, creatividad e innovación, pero en los que no sea necesario volver a la rutina de 8 horas, cinco días a la semana.
Toca pararse a pensar, analizar datos y extraer conclusiones que ayuden a definir cuál es el modelo de organización que queremos para 2022. Estamos en un año de transición y podemos avanzar o retroceder a la casilla de salida desde la que partimos en marzo de 2019. El entorno ha cambiado y nos hemos sumergido en una nueva realidad. Las decisiones que tomemos ahora definirán la marcha de nuestras organizaciones. Y la mejor manera de que no te hunda una gran ola es navegar encima de ella hasta la orilla.
El 1 de enero de 2020, el Directorio Central de Empresas (DIRCE) del Ministerio de Industria Comercio y Turismo tenía censadas en nuestro país un total de 3.304.428 empresas. En febrero de 2021, según la misma fuente, habían echado el cierre un total de 546.569 empresas. Las cerca de 2.900.000 empresas que siguen activas se enfrentan al reto de una crisis económica sin procedente, un proceso acelerado de digitalización y un modelo de organización de los tiempos y espacios de trabajo que ha quedado obsoleto.
Mientras llegan los tan ansiados fondos del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, las empresas están avanzando en el diseño de sistemas de organización del trabajo que les permita mantener su rentabilidad, mejorar su eficiencia, optimizar sus recursos, reducir gastos y ser sostenibles. Y para ello, el eje fundamental es contar con una plantilla motivada, involucrada con la marca y altamente productiva. En pocas palabras: adaptar a la nueva realidad, las políticas de bienestar, flexibilidad, equilibrio de la vida profesional, personal y familiar y sostenibilidad social se revelan, más que nunca, como las claves del éxito de las organizaciones.